miércoles, 13 de julio de 2016

LA HOSPITALIDAD PARA LOS EXTRANJEROS



                                                                       Cuento                                                  
Inspirado en Lucas 2.
Esta era una vez, un niño que venía al mundo por primera vez, sus padres eran gente pobre, sencilla y no le hacían mal a nadie, el papá era de oficio carpintero y su mamá, se dedicaba a los oficios de la casa. Pero ella muy inteligente y le gustaba servir a la comunidad.
Cierto día un Angel del Señor le anunció a María madre se dio cuenta que estaba embarazada de un bebé que le puso por nombre Jesús. El padre al inicio no le pareció mucho la idea de tener un hijo porque él no estaba preparado todavía. 

En una ocasión los padres tuvieron mucho temor porque las autoridades andaban buscando los niños para matarlos porque les habían dicho que en ese lugar nacería El Mesías, el Hijo de Dios.
En esos días, Augusto César emitió un edicto para que todos los habitantes se empadronaran, era un censo de población de toda la comarca. Sus padres tuvieron que hacer un viaje a Belén porque tenían que ir a registrarse, de acuerdo a lo exigido con las leyes del imperio. María estaba en los últimos momentos del embarazo y el tiempo para el registro era corto y además estaba ya por expirar. ¿Qué hago, era la pregunta que se hacía José, el padre del bebé? Finalmente se fueron a cumplir con el mandato del rey. 

Ya en Belén, el momento se acercaba y María empezó a sentirse mal, el nacimiento del bebe esta por suceder y ellos no encontraban un lugar dónde pasar la noche, buscaban en las casas de huéspedes, en los hoteles y siempre les decían: no tenemos habitaciones. Buscaron a gente conocida, a amigos que pensaron que les podían ayudar y la respuesta fue la misma. También tocaron las puertas de gente desconocida y tampoco tuvieron suerte.
José estaba preocupado de ver a su querida esposa que la hora se acercaba y no tenían un lugar para que su querido hijo naciera.

En su aflicción les decía que por favor aunque sea un rinconcito para su esposa le dieran y que para él no importaba, pero siempre le decían: lo siento no tenemos nada, todo esta ocupado. Así recorrieron todos los hoteles y casa de huéspedes. También acudieron a sus amistades, quienes también les dijeron que no tenían espacio porque sus familiares también habían llegada a la ciudad para registrarse.
Así tocaron la puerta de todas las casas que pudieron, en busca de personas de buena voluntad y de fe que estuvieran dispuestas a brindarles aunque sea un rinconcito donde poder recostar su cabeza y descansar y que su hijo pudiera nacer bajo techo.

Por fin encontraron un hombre bondadoso que igual que los anteriores, les dijo que no tenía espacio en la casa, pero que si querían pasar la noche en la caballeriza, lo podían hacer.
La acongojada pareja estaba muy contenta de haber encontrado una familia que le diera acogida aunque fuera en el cobertizo junto con los animales.
Allí nació el bebe, el Hijo de Dios, en un pesebre humilde en medio de los animales, en medio de los microbios y la contaminación. 

Moraleja.
La lección que aprendemos con esta historia, es que la falta de hospitalidad que tenemos con el extranjero (llámese forastero, migrante) por no perder nuestra comodidad, hace que otros sufran.
Revda. Blanca Irma Rodríguez.  


viernes, 30 de julio de 2010

LAS TRES TORONJAS DE ORO

(Cuento)

Había una vez, un joven que quería ir a recorrer el mundo. Después de pensarlo por varios días, tomó la determinación de ir a probar suerte. A ver que le deparaba la vida. Así se lo comunicó a su padre, luego realizó todos los preparativos para un viaje largo, y al llegar el día que había definido para salir fue a despedirse de su familia. Toda la familia estaba triste por la desición del muchacho, pero eso no lo hizo cambiar de parecer.

El joven se fue a andar el mundo. Caminó y caminó… y de pronto vio un árbol de toronjas, -hermosas las toronjas-. Véeee, -dijo el muchacho- un árbol con tres toronjas, y que hermosas son. Me subiré al árbol y las cortaré. Dicho y hecho. El joven se subió al árbol y cortó las tres toronjas, las colocó en su cebadera y continuó su camino. Después de mucho caminar sintió hambre y sed, el sol estaba muy fuerte y el calor lo desesperaba. Entonces se recordó que llevaba las toronjas y pensó, “me voy a comer una toronja”, la sacó de la matata y la abrió. En el momento de abrirla, la toronja le habló y le dijo: “agua” y se le esfumó entre las manos. El joven se quedó muy sorprendido por esto que había pasado, pero, continuó caminando.

Después de un tiempo, volvió a sentir sed, y una vez más pensó, voy a comerme una toronja de las dos que me quedan. Metió la mano en la cebadera, sacó la toronja y la abrió, en el momento la toronja le pidió “agua”, le dijo. El joven no sabía que hacer, no entendía lo que estaba pasando. Pero… siguió su camino. Después de caminar otro buen tiempo, llegó a un pequeño río y entonces pensó, aquí voy a abrir la otra toronja. No pensándolo dos veces, sacó la toronja de su matata y se dispuso a abrirla, cuando la toronja nuevamente le dijo “agua”, entonces el joven impulsivamente la arrojo al agua, inmediatamente de la toronja surgió una preciosa doncella que se puso de pié delante del joven.

El muchacho estaba paralizado, no podía creer lo que veía. Luego de unos minutos se repuso de la tremenda sorpresa y continuaron juntos el viaje. Andando en el camino, encontraron un lugar bonito que les gustó para quedarse a vivir, por lo menos por un tiempo. El joven preparó una choza, con dificultades consiguieron lo necesario y vivían allí muy tranquilos, pero cerca de allí vivía una mujer negra que de vez en cuando llegaba a visitarlos.

En una ocasión, que el joven se había ido a trabajar, llegó la joven negra a la casa y le dijo a la doncella que si le peinaba el cabello, ella no quería al inicio, pero después de mucha insistencia aceptó. La mujer (negra), empezó a peinarla y a sobarle la cabeza, de pronto, sacó un pequeño alfiler y se lo incrustó en la coronilla de la cabeza. En el instante la niña quedó convertida en una palomita. Ahora, Como era paloma tuvo que volar e irse. En su lugar quedó la mujer negra.

Por la tarde, cuando el jóven llegó y no encontro a su doncella se puso muy triste, de ver que solo estaba la negra. Pasaron los días y el joven cada vez estaba más triste. Por las tardes salía al patio para pasearse y para recostarse en su amaca. De repente puso atención que en un árbol de tamarindo que estaba frente de la casa, llegaba una palomita que insistentemente cantaba. El joven puso atención y esto se repetía todos los día a la misma hora, la palomita llegaba se posaba en la ramita del árbol y empezaba a cantar …”que hace el prince con la mora… Qué hace el prince con la mora”… Esto lo repetía la palomita muchas veces todos los días, hasta que en una ocasión le responde el joven y le dice: “veces canta y veces llora”. Al oir esto la animalita volaba y desaparecía.

Un día de tantos, al joven se le ocurrió la idea de atrapar la paloma. Preparó una atarraya y cubrió la copa del árbol, dejando abierto el lado por donde ella llegaba. El se sentó a esperar escondido en medio de unas ramas. Al poco tiempo llegó la palomita y no vio la trampa que había en el árbol, y empezó a cantar. El jóven entonces tiró de la pita de la atarraya y cerró el agujero que a propósito había dejado. La palomita al sentirse atrapada intentó escapar pero no pudo. El joven subió al árbol y la atrapó, se la llevó para la casa y acostado en su amaca, empezó a acariciarle la cabecita, de pronto cuando la acariciaba, sintió que algo había en su cabecita, la revisó y luego vió que algo le brillaba, era la cebecita del alfiler que antes le habían incrustado.

El joven con mucho cuidado se lo sacó y en el momento ella recuperó su forma humana, como la doncella que antes era. Al instante el joven la reconoció, estaba muy felíz de tenerla de nuevo. La doncella le contó lo sucedido y cómo ella había tenido que irse porque la negra la había convertido en paloma para quedarse con él. El joven muy indignado, sacó de su casa a la mujer que tanto daño les había hecho, y se quedó con su linda doncella.

De allí en adelante fueron muy felices y a la negra la amarraron a la cola de un caballo y le abrieron la puerta para que se fuera lejos y volverla a ver. Y de allí me vine yo.

LA NIÑA QUE QUERIA IR A LA LUNA

(Cuento)

Esta era una vez, una niña que lo único que quería en su vida, era ir a la luna. En las noches de luna llena, la niña se pasaba las horas en el patio de su casa observando la luna, y pidiendo deseos para que la luna se los cumpliera. Ella, hasta le cantaba canciones: “Luna dame pan, si no tienes anda al volcán”;
"luna dame pan si no tenes andá a Metapán".

Laura, -- como se llamaba la niña -- había escuchado que en el norte estaba el Valle de la Luna, así que ella pensó que al ir a ese lugar, era como llegar a nuestro querido y único satélite, La Luna. Así que un día, salió de casa y en compañía de Feñita, su mejor amiga, decidieron ir a buscar el famoso Valle de la Luna.

Laura, había reunido un poco de dinero de las mesadas que sus padres le habían dado. De lo necesario para sus gastos, ella guardaba una parte. Poco a poco fue reuniendo hasta tener lo que ella consideró, que era suficiente para realizar el viaje.

Ambas niñas, se pusieron de acuerdo y salieron de casa. Tomaron un bus que las llevara al norte de Chile. En el camino iban muy contentas, entusiasmadas, iban cantando, contando chistes y pensando en lo divertido y entretenido que sería esta experiencia. Laura estaba feliz, por fin lograría su sueño de ir a la luna.

Después de un largo recorrido, de un día de camino, el bus se detuvo para que las pequeñas viajeras pudieran descender. El trayecto en bus había llegado a su final. Ahora empieza el recorrido a pié. Pero esto no asustaba a nuestras amiguitas, ni a Laura ni a Feñita, ellas eran buenas atletas, hacían mucho deporte en el Colegio.

Desde que bajaron, las niñas quedaron impresionadas al ver a su alrededor, habían millones de florcitas que juntas formaban una hermosa alfombra de colores que cubría toda la arena del desierto. Veían para todos lados y solo veían flores y más flores. Las habían moradas, amarillas, rosadas rojas, era una maravilla de colores.

Por fin, una de ellas preguntó …¿Dónde está el desierto?. Mi madre dice que en el desierto solo hay arena, pero aquí sólo hay flores. Esto, hasta me recuerda el cuento de Alicia en el país de las Maravillas, ¿tú lo has escuchado Feñita…? Tus padres te lo han contado? A mi me lo contaron cuando era Chica, también lo escuchaba por la radio.

Yo no me recuerdo de ese cuento, dice Feñita, pero lo que mi mamá me ha contado es que en el desierto chileno de Atacama, sucede algo que le dicen “El Desierto Florido”, es algo así, como que cada cuatro o cinco años, cuando el invierno es bueno y llueve en esta parte de la región, entonces el desierto florece, es algo muy maravilloso, y es verdad, ahora lo puedo comprobar- ¡Qué maravilla! Esto es verdaderamente precioso.

Mira cuántas flores Feñita, hay muchas, de todas formas y colores. Ay, pero no conozco sus nombres, me gustaría saber como se llaman. ¿Tú sabes Feñita? Bueno, algunas solamente. A esta le dicen Pata de guanaco, hay azulillos, captus copros, huilli, corona del frayle, añañucas, diego de día, terciopelo. Pero, aquellas no las conozco, no se como se llaman. Laura, ésas si las conozco son alcaparras, me gustan mucho. Estas son: diego de la noche, oreja de zorro, cebollines, lirios del campo, flor de la viuda y aquellas que están a tu izquierda se llaman, garra de león (única en Chile). Pero la favorita de mi madre es, diego de la noche. Toma Laurita te voy a regalar una que es de mis preferidas, es una oreja de zorro, es preciosa, ¿te gusta? – Es preciosa si, gracias.

Feñita, que bueno que aquí solo hay flores, no hay animales feroces que nos hagan daño. No en esta parte de Chile no existen los animales feroces, solo hay, culebritas, pero también hay guanacos y para la cordillera hay vicuñas, alpacas y llamas. Así; riendo, cantando y caminado iban las niñas internándose en el desierto.

Laura, y cuando nuestros padres se den cuenta que no estamos en casa seguramente se preocuparán. Por mí no hay problema, le dije a mi mamá que estaría contigo en tu casa. Y en cuanto lleguemos a la luna nos regresamos a casa para que no se preocupen.

Las niñas estaban felices corriendo en medio de tanta flor, caminaron y corrieron tanto, tanto que cuando se dieron cuenta estaban exhaustas de cansancio. Finalmente se sentaron en un lugar bonito que encontraron y hasta que se quedaron dormidas.

Mientras tanto, los padres de ambas niñas se habían dado cuenta de la ausencia de las chicas y habían emprendido su búsqueda. Preguntaron a sus otras amiguitas: a Ale, a Francisca, a Dani, a Karina, a Rodrigo, a Felipe, a Javier, etc. También preguntaron a sus vecinas: a Raquel, a Eugenia y María, finalmente, un señor de quien no conocemos su nombre, al escuchar la descripción de las niñas, les dijo que las había visto en la carretera abordar un bus para el norte rumbo al desierto, allí en medio del Atacama se encuentra un paisaje llamado el Valle de la Luna. (Ellas creían que el valle de la luna era lo mismo que la luna, satélite de la tierra).

Los padres de Laura, conociendo la creatividad de la niña, su valor y su convicción para lograr lo que se propone, pronto se imaginaron lo que estaba sucediendo. Dieron aviso a la policía del extravío de las niñas, dándoles una descripción completa de cada una de ellas. Por su parte, ellos también empezaron la búsqueda, tomaron el auto y se fueron en la misma dirección del bus que el señor les había dicho.

Como iban en auto directo, el tiempo de recorrido fue menor, y llegaron al desierto por la tarde. Ya en el sitio, no sabían por dónde empezar la búsqueda, ya que tenían que hacerlo rápido porque la noche estaba dando sus primeros avisos. Los 4 angustiados padres se fueron por rumbo diferente, para ver quien tenía la suerte de encontrarlas. Todos elevaban sus oraciones al Señor, para que les ayudara en la búsqueda y les iluminara por donde tenían que buscar. Mientras buscaban oraban: Señor Dios, tu que también eres padre y que enviaste a tu querido hijo a este mundo. Te pedimos señor que nos ayudes, ahora que tenemos la angustia por nuestras pequeñas niñas. Te pedimos Diosito que las cuides y que las encontremos pronto. Amén.

Mientras tanto el sol se ocultaba, y la noche amenazaba con extender su amplio y oscuro manto. De repente se escuchó, un bostezo y un gemido, luego, se escuchó una voz que decía: Laura, Laura, Laurita, despierta, despierta, ya es tarde, se hace de noche. Las niñas empezaron a llorar. Estaban solas en medio del desierto.

De repente, escucharon una voz que decía, hija, hija, hijita., Gracias al Señor que las encontramos. Padres, madres e hijas, se unieron en un profundo y largo abrazo, les hicieron muchos cariños y les dieron muchos besos. Las niñas prometieron nunca más salir sin permiso de sus padres. Fin.

EL TONTO Y LA PRINCESA

(Cuento)

Esta era una vez, un rey que tenía un ahija muy linda. Esta princesa tenía la característica de tenenr un lunar en la pierna arriba de la rodilla. Este lunar era único, era un lunar precioso porque era “bien redondito y con anillos de colores”. El rey estaba encantado del lunar de su hija. Pero nadie en el reino sabía quelaprincesa tenía ese lunar.

El rey muy presumido de los encantos de su hija, mando pregonar que aquél joven que adivinara lo que su hija tenía en su pierna, se casaría con ella.

Todos en el reino escucharon y se interesaron por la tan buena oferta. A partir de ese momento, empezó en el palacio todo el desfile de reyes, príncipes, caballeros y gente común que interesados por obtener la mano de la princesa querían conocerla para poder adivinar lo que ella escondía.

Muchos solicitaban audiencia al rey para hacer sus adivinanzas. Por su parte el rey pacientemente escuchaba a todos los que llegaban, a veces desde tierras muy lejanas con la esperanza de tener suerte.

En la misma ciudad, bastante cerca del Palacio donde vivía la princesa, vivía una mujer que tenía un hijo. Este joven lo conocían y le decían el tonto, pero la verdad que el jove era muy inteligente. En una ocasión cuando la princesa salió del palacio par air al río a tomar un baño, él se escondió para poderla ver caminando al río. Cuando la vio se impresionó por su belleza, quedando profundamente enamorado de ella.

Un día, le dice el “tonto” a su madre, “madre, regálame un tunco”, si hijo si los tuncos son tuyos respondió la madre. No madre. Yo no digo así. Yo quiero que me des un tunco. Si hijo si son tuyos los tuncos. Al final el tonto le explicó a la madre que quería el tunco para ir a visitar a la princesa y llevárselo de regalo, -y ya verás madre como me caso con la princesa-.

La madre se preocupó al ver el entusiasmo de su hijo. Le dijo: Ayyy, hijo como dices que te vas a casar con la princesa si tú eres muy tontito, la princesa no se va a querer casar contigo. El rey quiere para ella un príncipe o un rey de esos que vienen a verla.

Mamá confíe en mí, deme el tunquito y ya verá si me caso con la princesa. Tanto insistió el joven, que su madre accedió, a sabiendas que perdería el cerdo, pero como era el deseo del hijo, se lo dio. El muchacho, cuando la madre le respondió que si se lo daría, se alegró y le decía, de verdad madre… de verdad, me darás el tunquito. Sí le respondió la madre.

Al día siguiente, al amanecer el joven se levantó desde muy temprano, se le veía muy animado, contento. Tomó un baño, se puso su mejor ropa, su sombrero, sus zapatos y cuando ya estuvo listo, amarró el cerdo con una pita, se despidió de su madre y se puso en camino. Cuando llegó al palacio, los guardias le cerraron el paso y le pregutaron ¿Qué quieres?... quiero ver a la princesa. Ella no puede recibirte, vete.

El joven insitió y les decía, aquí traigo este cerdito es para la princesa. Los guardias le decían: está bien, puedes dejar el cerdito aquí y nosotros se lo entregamos a la princesa. No, les decía el tonto, porque tengo que darselo personalmente. Al fin de tanto insistir, le avisaron a la princesa que en la puerta del palacio estaba un joven que insistía en entregarle un regalo personalmente.

Al oir esto, la princesa fue a ver de qué se trataba. Lo saludo, lo pasó adelante y se quedaron conversando un poco. Luego el tonto le dijo a la princesa que le entregaba el cerdo, si a cambio se descubría la pierna en su presencia. Desde luego que la princesa le dijo que no, que eso no lo podía hacer. El tonto insistió, y le decía pero porqué, que mal puedo hacele yo a una princesa. Por lo menos enséñeme un “jeme” arriba de la rodilla. La princesa no quería hacerlo, pero fue tanta la insistencia del tonto que finalmente accedió y le mostro su pierna hasta la altura de un jeme arriba de la rodilla.

El tonto observó lenta y detalladamente la pierna de la princesa y no vio nada. Muy triste y desconsolado le entregó el cerdo y se fue para la casa. Ya de nuevo en la casa, su madre lo esperaba impacientemente, al verlo llegar corrió a encontrarlo y preguntarle como le había ido. El tonto le respondió que mal, porque no había logrado lo que quería. Su madre, triste por su hijo y triste por la pérdida del cerdo, le dijo: ya viste que te dije, no lograste lo que querías y ahora hasta perdimos el tunquito.

Al día siguiente:… Mamá, deme otro tunquito. --Queeé--, si, deme otro tunquito, voy a ir otra vez a ver a la princesa, y esta vez sí mamá, me caso con la princesa. No hijo, no podemos, ellos tienen mucho dinero y nosotros no tenemos nada y ahora nos vamos a quedar hasta sin los tunquitos. Si madre pero ya verá como me caso con la princesa. Tanto insistío el hijo, que la madre accedió a que se llevara el otro tunquito. El joven estaba felíz, ahora sí, decía el joven para sí mismo, me casaré con la princesa. Cuando llegó al palacio los guardias ya lo conocían, bueno y aquí vienes de nuevo con otro tunco no, le dijeron. Sí respondió él y quiero ver a la princesa.

Los guardias insistieron en que les dejara el cerdito que ellos lo entregarían, pero el joven no accedió, hasta que llegó la princesa. Empezó la conversación y después él le dijo que sí le daría este otro cerdito si le mostaba un poquito más arriba de lo que le había mostrado el día anterior. Esta historia se repitió durante unos días más. La madre del jóven estaba enojada porque le había acabado los cerdos, que eran su único medio de subsistencia.

Fíjate le decía, ya te acabaste todos los cerdos y no lograste casarte con la princesa y ahora no tenemos ni para comer. No se preocupe madre, ya verá que sí me caso con la princesa. Mañana ire a verla y le llevaré el último cerdo que nos queda, y verá que si me caso con ella. Al día siguiente como de costumbre, se levantó bien temprano, alegre, cantando y preparándose para salir. Luego, amarró el último cerdo que quedaba, se despidió de su madre y se fue camino al palacio.

Desde luego, la guardia ya ni lo querían ver, le decían que se fuera, que la princesa no lo quería recibir, que ella ya no quería cerdos. La insistencia del tonto hizo una vez más que la princesa fuera a recibirlo. Una vez allí, el le dijo que le entregaría su último tunquito pero que tenía que descubrirse lo que le quedaba de la pierna sin descubrir. La princesa se preocupó porque justo en esa parte es donde ella tenía el tan codiciado y bello secreto. Como siempre ella se negó, no quería descubrirse esa parte de la pierna, pero él insistió tanto que le dijo: “Qué miedo puede tener una princesa de un pobre tonto como yo”. Por su parte la princesa pensó, “este tonto no va a recordar exactamente como es el lunar que tengo ni los colores”, entonces se descubrió la pierna. En el acto el joven vio detenidamente todos los detalles de la pierna y descubrio que en una parte de ella, tenía un precioso lunar de diversos y vistosos colores. La belleza del lunar lo impresionó, lo observó con mucho cuidado y lo grabo bien en su memoria. Luego le entregó el cerdito a la princesa, se despidió de ella y se fue a su casa.

Los guardias se burlaban de él y le decía que como iba a hacer cuando ya no tuviera tuncos. Por otra parte, en su casa, su madre impaciente lo esperaba. --Qué pasó hijo, que pasó--. Ahora sí madre, ahora sí, me caso con la princesa. Ahora madre vaya a ver al rey y dígales que su hijo quiere una audiencia para adivinar lo que su hija tiene en la pierna, y ya verá madre que si, me caso con la princesa. Así lo hizo la madre y se fue a pedirle audiencia al rey.

Llegó el día indicado para la audiencia. En el palacio había tranquilidad y desdén porque ya habían defilado todos los príncipes, reyes y gente de la nobleza intentando descubrir el secreto de la princesa, pero nadie había logrado adivinarlo. Cuando el tonto llegó, el rey inmediatamente le pregunto: ¿Qué tiene mi hija en su pierna izquierda”. Tú sabes que he prometido su mano para quien acierte, pero si fallas lo pagarás con tu vida. Si señor rey, respondió el tonto. Entonces habla…

“Bueno señor rey, lo que su hija tiene en la pierna izquierda es un lunar … descripción de características. Cuando el tonto le describió en detalle la forma y los colores del secreto lunar, el rey se quedó estupefacto.

El rey no podía creer, que el tonto hubiera acertado con exactitud el secreto de su hija que tan cuidadosamente y durante tanto tiempo habían guardado. Pero, como era palabra de rey, tenía que cumplir lo prometido. Así que se iniciaron los preparativos para la gran boda de la hija del rey con el tonto. Días después de casaron, vivieron felices y tuvieron muchos hijos. Colorin, colorado este cuento ha terminado.

EL CHILIPUCO

(Cuento)

Esta era una vez, un hombre muy rico que vivía en un poblado a la orilla del lago. El hombre vivía muy feliz con su familia, tenía una casa grande con jardines, tenía sus mozos para el trabajo y muchas propiedades. Este señor tenía un hijo y también era dueño de mucho ganado. Todo era felicidad. Pero, había algo que no le permitía ser completamente feliz. Cada semana, por las noches como a la oración antes de anochecer, llegaba una serpiente hambrienta que le pedía al hombre su comida. Cuando la serpiente llegaba, siempre se dirigía al hombre diciéndole: “la vida o el novillo”, cada vez que llegaba esta serpiente tenía que entregarle un animal para que se lo comiera. De esta manera, poco a poco el hombre fue acabando su ganado, hasta que se quedó sin nada.

Este hombre también tenía un hijo, le decían “el niño”, y este hijo tenía un novillo llamado chilipuco, que su padrino se lo había regalado. El niño le tenía mucho cariño al chilipuco, todos los días jugaba con él y lo acariciaba para que se hiciera más dócil. Pero llegó un día que ya no tenían más ganado, todos los animales se los había comido la serpiente, el hombre quedó pobre, casi en la miseria a causa del monstruo. La serpiente le daba a elegir entre su vida o la de una de sus reses, cada día el hombre daba una res para mantener a la serpiente y así preservar su vida.

Cuando el padre del niño terminó con todo su ganado, el niño conversó con Chilipuco, diciéndole que no sabía qué hacer porque todos los animales de su papá ya se habían terminado, que solo él quedaba. Y que si esa noche no le daban comida a la serpiente, entonces se los comería a ellos. Entonces Chilipuco, le dijo: no te preocupes niño, cuando la serpiente venga dile que sí le darán comida, y me pones a mí para que me coma. El niño se puso triste al oír la propuesta de su chilipuco, le decía: no, no, chilipuco como crees que yo voy a permitir que te coma, no me pidas eso. Prefiero que nos coma a nosotros. El chilipuco le respondió: no tenemos alternativa la serpiente ya va a venir, pero tú tienes que decirle que se coma solo la carne, el cuero no, por ningún motivo permitas que se coma mi cuero. Así lo hicieron. Cuando el animal llegó, y dijo: “La vida o el novillo”, la carne menos el cuero, —dijo el niño—. La serpiente hambrienta como estaba, le dijo: no importa, lo que quiero es comer. Entonces se abalanzó sobre el chilipuco y se comió solo la carne así como lo habían pactado.

Antes de morir, el chilipuco le había dicho al niño que cuando él muriera del cuero mandara a hacer un pial y que lo guardara. Cuando él lo necesitara hiciera lo que debía y luego dijera “sóquelo chilipuco”. La siguiente vez que volvió la serpiente por su cena, tampoco tenían nada para darle comida, ahora ya no tenían ni al chilipuco. Esta vez no sabían qué hacer. Estaban desesperados. Allí el niño recordó lo que el chilipuco le había dicho antes de morir, por eso cuando la serpiente llegó de nuevo y dijo: “la vida o el novillo”. El niño se quedó pensando muy preocupado, y luego pensó, de todos modos este animal ahora nos va a comer a nosotros. Pero bueno, voy a intentar a ver qué pasa.

El animal desesperado por el hambre que tenía, repitió de nuevo “la vida o el novillo”, el niño continuaba preocupado sin saber qué hacer, luego de unos minutos respondió “ni la vida ni el novillo, sóquelo chilipuco”. Y lanzó el pial sobre el cuello de la serpiente. EL chilipuco era un animal encantado y cuando murió el encanto quedo en el cuero con la finalidad de salvar la vida del niño y de su familia. Debido a esta magia que ahora estaba guardada en el pial, este cayó justo en el cuello del animal, el cual se escurrió hasta asfixiar y ahogar la serpiente, muriendo en el instante.

De esta manera, la familia quedó liberada de tan terrible amenaza. De allí en adelante vivieron felices y trabajando para recuperar todo el daño ocasionado por el monstruo. Y después que ellos quedaron felices, me vine yo.

Blanca Irma Rodríguez de la memoria de Félix Antonio Rodríguez.

EL CERRO DE IR Y NO VOLVER

(CUENTO)

Esta era una vez, un señor muy adinerado, con muchas propiedades, animales y mucha riqueza. El señor también tenía tres hijos, cuando los hijos crecieron, que se hicieron hombres, le dijeron al Señor: Papá denos la herencia que queremos ir a recorrer el mundo. El Señor les dijo: bueno está bien. Si eso es lo que quieren yo no los puedo detener. Al momento de despedirse, el padre a cada uno de sus hijos les dio a elegir entre; una carga de dinero o tres consejos.

Cuando llegó el primero hijo a despedirse de su padre, él le preguntó, antes de irte dime qué quieres, “una carga de dinero o tres consejos”. El hijo insensato respondió lleno de emoción -----quiero la carga de dinero--, bueno el dinero te daré.

Al poco rato llegó su segundo hijo. El padre le hizo la misma pregunta. Hijo que quieres que tu padre te de antes de salir, una carga de dinero o tres consejos. El segundo hijo, contento porque veía la posibilidad de poder tener dinero para gastarlo en su andanza le dijo: Padre quiero el dinero, me va a servir para el viaje. Bueno hijo, el dinero te daré.

Al poco rato llegó su tercer y último hijo. El padre igual que a sus hermanos anteriores le hizo la misma pregunta, y Tú hijo que quieres: una carga de dinero o prefieres tres consejos. El hijo guardó silencio un momento y después de pensar, … bueno el dinero al poco tiempo se me va a terminar y por si eso fuera poco, como voy a andar el mundo, los ladrones me pueden asaltar y robar en el camino, Así pensó su hijo menor y respondió, Padre, se que mis hermanos decidieron por el dinero, pero yo prefiero que me de los tres consejos.

Sabia decisión has hecho hijo mío, los tres consejos te daré:
1. No preguntes lo que no te importa.
2. No rompas con la primera
3. No camines por veredas

Después de esto, los tres hermanos salieron de su casa paterna para recorrer el mundo. Cada uno tomo su caballo y los dos mayores tomaron una bestia adicional para llevar el dinero que su padre les había entregado. Después de caminar durante un tiempo, llegaron a una planicie donde el camino se dividía en tres, y allí el mayor dijo a sus hermanos menores, aquí hay tres caminos, así que vamos a dividirnos y cada quien tome su camino, escojan ustedes por cual quieren ir. Así cada uno tomo su propio camino, que lo llevaría a su destino.

Continuaron caminando ahora solos en su propio camino… cruzaron valles, ríos, montañas, etc. Cada uno de los caminos tenía sus propias sorpresas, desafíos y peligros. El primero, después de haber fracasado en su encuentro con el rey, se encontró con un grupo de ladrones, quienes al darse cuenta que lo que llevaba en la bestia era dinero, lo atacaron y lo mataron robándole todo el dinero.

El tercero, o el niño como su padre lo llamaba, después de mucho caminar diviso un castillo donde vivía un rey. El niño caminó y se acercó con mucho cuidado. Al verlo el rey, se alegró, y lo mando a encontrar y a pasar adelante, ya en el castillo lo atendió muy bien y mando a los criados a que le dieran todo lo mejor del castillo, lo alojó en una buena habitación y compartía la mesa del rey en el comedor principal. El joven estaba confundido con tanta atención. Sin embargo no decía ni preguntaba nada.

En el castillo sucedían cosas extrañas. El rey tenía castigada a su esposa por motivos de infidelidad, por eso la había atado a una pata de la mesa del comedor y cuando él estaba almorzando le tiraba a ella comida (como si se tratara de un perro).
El niño vio esto, y aunque no le gustó lo que vio, recordó uno de los tres consejos de su padre, “no preguntar lo que no te importa”. De esta manera transcurrió la comida, el rey después de comer se quedó conversando y provocando de manera que el niño se diera cuenta de la condición de la mujer y preguntara por ella. Pero eso no sucedió.

El rey le había dicho a la reina, su esposa, que cuando llegara alguien y que viéndola no preguntara porqué se encontraba allí y en esas condiciones, hasta entonces la iba a perdonar y a recuperar su status de reina y esposa. De esa manera mucha gente llegaba al castillo invitada por el rey a comer. Siempre que sabían que un extranjero estaba en la ciudad el rey lo invitaba a comer. Pero, la gente siempre al ver a la mujer, preguntaban porqué ella estaba allí, a lo que el rey respondia que eso a él no le importaba, que ese era su problema. Esto era causa de tristeza por parte de la mujer, porque significaba la prolongación de su castigo y la muerte del visitante, por meterse en lo que lo le importa. Esa era la causa por la que se llamaba el cerro de ir y no volver, ya que todos morían por la curiosidad.

Así fueron llegando uno a uno los tres hermanos. Llegó el primero y cometió la imprudencia de preguntar por la mujer. A los pocos días llegó el segundo y después de ser invitado a comer en el castillo, le preguntó al rey por la mujer. Ambos murieron a causa de su pregunta. Varios días después, llegó a la ciudad el niño. El rey cuando supo que había un extranjero en la ciudad lo mandó llamar, para invitarlo a almorzar. A su llegada el rey lo recibió muy amablemente, lo invitó a comer, y aunque vio la mujer no le preguntó por ella.

Al final de la comida cuando ya se estaba despidiendo, el rey le pregunto al niño porqué no había preguntado nada acerca de la mujer atada a la pata de la mesa. El niño recordando los consejos de su padre, respondió: “porque eso no me importa, si usted la tiene allí usted sabrá porqué, yo no tengo que saberlo”. El rey estaba contento, y la reina todavía más porque por fin había llegado alguien que con su silencio y su prudencia la había liberado de tan odioso castigo.

La reina, feliz y agradecida con él, lo mando a llamar y le invitaron a que se quedara a vivir con ellos, y poco tiempo después se caso con la hija del rey. Todos fueron muy felices, vivieron tranquilos, tuvieron muchos hijos, y después me vine yo.

EL NIÑO QUE SE PERDIO EN EL DESIERTO

(Cuento)

Había una vez, un joven que decidió salir a andar por el mundo. El quería conocer países, lugares, pueblos. Viajar en diferentes medios de locomoción: avión, tren, barco, autos, y hasta caminar distancias a pie. El tenía un gran espíritu de aventura.

El, era un joven audaz, inquieto, le gustaban los desafíos, tenía la habilidad de trabajar tanto en cosas técnicas y manuales como también en cosas delicadas y finas, como la computación el dibujo y la pintura.

Una vez salió de su casa y de su país y decidió recorrer y conocer el mundo, anduvo por Brasil, Guatemala, Honduras, Estados Unidos, y finalmente fue a parar a chile, Se fue hasta el fin del mundo, al país donde ya no hay más que puro mar y hielo.

Chile es un país precioso, con sus playas limpias y llenas de conchitas de colores, Sus aguas en verano son cristalinas y azules como el azul del cielo, pero muy frías y en invierno la gente no se puede bañar.

Este joven andaba de un lugar para otro; desde el norte al sur de Chile, desde Coquimbo hasta Osorno y desde la cordillera hasta el mar. El joven se había convertido en un completo viajero, que no fijaba un lugar estable de residencia.

Un día decidió caminar más para el norte del país, había escuchado muchas historias de personas que habían visitado el desierto, también por su parte; él había leído por Internet acerca de cómo son las condiciones en el desierto chileno. Finalmente, decidió comprobarlo por sí mismo y se internó en el desierto. Se trata, del desierto de Atacama que es el más pequeño pero a la vez es el más árido y seco de todos los desiertos del mundo. Empezó a caminar y caminar, caminó durante varias horas y solo veía arena y más arena. Muy cansado, decidió sentarse a descansar. Sus provisiones de agua y comida cada vez eran menos.

Muy triste, pensó, que haré. Hasta ahora no he divisado nada que indique que en este lugar hay algo con vida, solo veo arena y más arena, y para colmo, se me están terminando las provisiones. ¿Qué haré?

De pronto divisó un precioso paisaje que estaba frente a sus ojos. El joven se deslumbró por lo maravilloso de la vista y se olvidó que tenía pocas provisiones para sobrevivir. Entusiasmado corrió hasta el lugar, -pensó- se trata de un espejismo, he escuchado que la gente en el desierto, cuando está agotada ve alucinaciones, pero de todas formas iré a ver de qué se trata.

Efectivamente, el joven quedó sorprendido, cuando llegó al sitio y pudo constatar que no era una alucinación, era real. Ese lugar era nada menos que el conocido como Valle de la Luna, frecuentemente visitado por turistas. Muy contento de haber llegado hasta allí, caminó por el lugar y luego por toda la orilla hasta que con sus pies dibujó todo el valle.

Cansado se quedó dormido. Pasaron las horas. El sol se ocultó, la noche cayó y con ella la temperatura también bajo. Hacía mucho frío. El joven estaba desprotegido para un ambiente y una temperatura muy baja. El frío lo despertó, cuando abrió los ojos se dio cuenta que su ropa estaba fría, en su cuerpo casi no había calor. Estaba solo y desprotegido en un lugar a muchos kilómetros de su casa. El temor de encontrarse solo en un lugar desconocido y sin protección le asaltó su pensamiento. Hasta aquí todo había estado bien, pero ahora qué pasaría. Luego, a lo lejos escuchó ruidos y pensó que era el viento que soplaba fuerte. Los ruidos cada vez se hacían más fuertes, el miedo se apoderó de él pensando que podían ser malas personas que anduvieran en el lugar, y se empezaron a escuchar murmullos de voces, y cada vez se hacían más claros.

El chico se quedó atento a escuchar, de pronto se dio cuenta que se acercaba gente, el chico estaba feliz porque ellos serían su salvación. Hasta el lugar había llegado un grupo de turistas que habían llegado a visitar el precioso Valle de la Luna.

Los turistas se impresionaron al verlo solo y a esas horas de la noche. Le ofrecieron ayuda, le compartieron alimentos de los que tenían para ellos y también le prestaron unas frazadas extras que andaban en su equipo de viaje. Finalmente se ofrecieron para que regresara con ellos a la ciudad. Así nuestro pequeño aventurero regresó a su casa. Le prometió a sus padres que para sus próximos viajes sería más prudente en sus destinos y que también no viajaría solo, siempre es mejor viajar en compañía de familiares o amigos. Fin.