viernes, 30 de julio de 2010

EL TONTO Y LA PRINCESA

(Cuento)

Esta era una vez, un rey que tenía un ahija muy linda. Esta princesa tenía la característica de tenenr un lunar en la pierna arriba de la rodilla. Este lunar era único, era un lunar precioso porque era “bien redondito y con anillos de colores”. El rey estaba encantado del lunar de su hija. Pero nadie en el reino sabía quelaprincesa tenía ese lunar.

El rey muy presumido de los encantos de su hija, mando pregonar que aquél joven que adivinara lo que su hija tenía en su pierna, se casaría con ella.

Todos en el reino escucharon y se interesaron por la tan buena oferta. A partir de ese momento, empezó en el palacio todo el desfile de reyes, príncipes, caballeros y gente común que interesados por obtener la mano de la princesa querían conocerla para poder adivinar lo que ella escondía.

Muchos solicitaban audiencia al rey para hacer sus adivinanzas. Por su parte el rey pacientemente escuchaba a todos los que llegaban, a veces desde tierras muy lejanas con la esperanza de tener suerte.

En la misma ciudad, bastante cerca del Palacio donde vivía la princesa, vivía una mujer que tenía un hijo. Este joven lo conocían y le decían el tonto, pero la verdad que el jove era muy inteligente. En una ocasión cuando la princesa salió del palacio par air al río a tomar un baño, él se escondió para poderla ver caminando al río. Cuando la vio se impresionó por su belleza, quedando profundamente enamorado de ella.

Un día, le dice el “tonto” a su madre, “madre, regálame un tunco”, si hijo si los tuncos son tuyos respondió la madre. No madre. Yo no digo así. Yo quiero que me des un tunco. Si hijo si son tuyos los tuncos. Al final el tonto le explicó a la madre que quería el tunco para ir a visitar a la princesa y llevárselo de regalo, -y ya verás madre como me caso con la princesa-.

La madre se preocupó al ver el entusiasmo de su hijo. Le dijo: Ayyy, hijo como dices que te vas a casar con la princesa si tú eres muy tontito, la princesa no se va a querer casar contigo. El rey quiere para ella un príncipe o un rey de esos que vienen a verla.

Mamá confíe en mí, deme el tunquito y ya verá si me caso con la princesa. Tanto insistió el joven, que su madre accedió, a sabiendas que perdería el cerdo, pero como era el deseo del hijo, se lo dio. El muchacho, cuando la madre le respondió que si se lo daría, se alegró y le decía, de verdad madre… de verdad, me darás el tunquito. Sí le respondió la madre.

Al día siguiente, al amanecer el joven se levantó desde muy temprano, se le veía muy animado, contento. Tomó un baño, se puso su mejor ropa, su sombrero, sus zapatos y cuando ya estuvo listo, amarró el cerdo con una pita, se despidió de su madre y se puso en camino. Cuando llegó al palacio, los guardias le cerraron el paso y le pregutaron ¿Qué quieres?... quiero ver a la princesa. Ella no puede recibirte, vete.

El joven insitió y les decía, aquí traigo este cerdito es para la princesa. Los guardias le decían: está bien, puedes dejar el cerdito aquí y nosotros se lo entregamos a la princesa. No, les decía el tonto, porque tengo que darselo personalmente. Al fin de tanto insistir, le avisaron a la princesa que en la puerta del palacio estaba un joven que insistía en entregarle un regalo personalmente.

Al oir esto, la princesa fue a ver de qué se trataba. Lo saludo, lo pasó adelante y se quedaron conversando un poco. Luego el tonto le dijo a la princesa que le entregaba el cerdo, si a cambio se descubría la pierna en su presencia. Desde luego que la princesa le dijo que no, que eso no lo podía hacer. El tonto insistió, y le decía pero porqué, que mal puedo hacele yo a una princesa. Por lo menos enséñeme un “jeme” arriba de la rodilla. La princesa no quería hacerlo, pero fue tanta la insistencia del tonto que finalmente accedió y le mostro su pierna hasta la altura de un jeme arriba de la rodilla.

El tonto observó lenta y detalladamente la pierna de la princesa y no vio nada. Muy triste y desconsolado le entregó el cerdo y se fue para la casa. Ya de nuevo en la casa, su madre lo esperaba impacientemente, al verlo llegar corrió a encontrarlo y preguntarle como le había ido. El tonto le respondió que mal, porque no había logrado lo que quería. Su madre, triste por su hijo y triste por la pérdida del cerdo, le dijo: ya viste que te dije, no lograste lo que querías y ahora hasta perdimos el tunquito.

Al día siguiente:… Mamá, deme otro tunquito. --Queeé--, si, deme otro tunquito, voy a ir otra vez a ver a la princesa, y esta vez sí mamá, me caso con la princesa. No hijo, no podemos, ellos tienen mucho dinero y nosotros no tenemos nada y ahora nos vamos a quedar hasta sin los tunquitos. Si madre pero ya verá como me caso con la princesa. Tanto insistío el hijo, que la madre accedió a que se llevara el otro tunquito. El joven estaba felíz, ahora sí, decía el joven para sí mismo, me casaré con la princesa. Cuando llegó al palacio los guardias ya lo conocían, bueno y aquí vienes de nuevo con otro tunco no, le dijeron. Sí respondió él y quiero ver a la princesa.

Los guardias insistieron en que les dejara el cerdito que ellos lo entregarían, pero el joven no accedió, hasta que llegó la princesa. Empezó la conversación y después él le dijo que sí le daría este otro cerdito si le mostaba un poquito más arriba de lo que le había mostrado el día anterior. Esta historia se repitió durante unos días más. La madre del jóven estaba enojada porque le había acabado los cerdos, que eran su único medio de subsistencia.

Fíjate le decía, ya te acabaste todos los cerdos y no lograste casarte con la princesa y ahora no tenemos ni para comer. No se preocupe madre, ya verá que sí me caso con la princesa. Mañana ire a verla y le llevaré el último cerdo que nos queda, y verá que si me caso con ella. Al día siguiente como de costumbre, se levantó bien temprano, alegre, cantando y preparándose para salir. Luego, amarró el último cerdo que quedaba, se despidió de su madre y se fue camino al palacio.

Desde luego, la guardia ya ni lo querían ver, le decían que se fuera, que la princesa no lo quería recibir, que ella ya no quería cerdos. La insistencia del tonto hizo una vez más que la princesa fuera a recibirlo. Una vez allí, el le dijo que le entregaría su último tunquito pero que tenía que descubrirse lo que le quedaba de la pierna sin descubrir. La princesa se preocupó porque justo en esa parte es donde ella tenía el tan codiciado y bello secreto. Como siempre ella se negó, no quería descubrirse esa parte de la pierna, pero él insistió tanto que le dijo: “Qué miedo puede tener una princesa de un pobre tonto como yo”. Por su parte la princesa pensó, “este tonto no va a recordar exactamente como es el lunar que tengo ni los colores”, entonces se descubrió la pierna. En el acto el joven vio detenidamente todos los detalles de la pierna y descubrio que en una parte de ella, tenía un precioso lunar de diversos y vistosos colores. La belleza del lunar lo impresionó, lo observó con mucho cuidado y lo grabo bien en su memoria. Luego le entregó el cerdito a la princesa, se despidió de ella y se fue a su casa.

Los guardias se burlaban de él y le decía que como iba a hacer cuando ya no tuviera tuncos. Por otra parte, en su casa, su madre impaciente lo esperaba. --Qué pasó hijo, que pasó--. Ahora sí madre, ahora sí, me caso con la princesa. Ahora madre vaya a ver al rey y dígales que su hijo quiere una audiencia para adivinar lo que su hija tiene en la pierna, y ya verá madre que si, me caso con la princesa. Así lo hizo la madre y se fue a pedirle audiencia al rey.

Llegó el día indicado para la audiencia. En el palacio había tranquilidad y desdén porque ya habían defilado todos los príncipes, reyes y gente de la nobleza intentando descubrir el secreto de la princesa, pero nadie había logrado adivinarlo. Cuando el tonto llegó, el rey inmediatamente le pregunto: ¿Qué tiene mi hija en su pierna izquierda”. Tú sabes que he prometido su mano para quien acierte, pero si fallas lo pagarás con tu vida. Si señor rey, respondió el tonto. Entonces habla…

“Bueno señor rey, lo que su hija tiene en la pierna izquierda es un lunar … descripción de características. Cuando el tonto le describió en detalle la forma y los colores del secreto lunar, el rey se quedó estupefacto.

El rey no podía creer, que el tonto hubiera acertado con exactitud el secreto de su hija que tan cuidadosamente y durante tanto tiempo habían guardado. Pero, como era palabra de rey, tenía que cumplir lo prometido. Así que se iniciaron los preparativos para la gran boda de la hija del rey con el tonto. Días después de casaron, vivieron felices y tuvieron muchos hijos. Colorin, colorado este cuento ha terminado.

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