viernes, 30 de julio de 2010

LA NIÑA QUE QUERIA IR A LA LUNA

(Cuento)

Esta era una vez, una niña que lo único que quería en su vida, era ir a la luna. En las noches de luna llena, la niña se pasaba las horas en el patio de su casa observando la luna, y pidiendo deseos para que la luna se los cumpliera. Ella, hasta le cantaba canciones: “Luna dame pan, si no tienes anda al volcán”;
"luna dame pan si no tenes andá a Metapán".

Laura, -- como se llamaba la niña -- había escuchado que en el norte estaba el Valle de la Luna, así que ella pensó que al ir a ese lugar, era como llegar a nuestro querido y único satélite, La Luna. Así que un día, salió de casa y en compañía de Feñita, su mejor amiga, decidieron ir a buscar el famoso Valle de la Luna.

Laura, había reunido un poco de dinero de las mesadas que sus padres le habían dado. De lo necesario para sus gastos, ella guardaba una parte. Poco a poco fue reuniendo hasta tener lo que ella consideró, que era suficiente para realizar el viaje.

Ambas niñas, se pusieron de acuerdo y salieron de casa. Tomaron un bus que las llevara al norte de Chile. En el camino iban muy contentas, entusiasmadas, iban cantando, contando chistes y pensando en lo divertido y entretenido que sería esta experiencia. Laura estaba feliz, por fin lograría su sueño de ir a la luna.

Después de un largo recorrido, de un día de camino, el bus se detuvo para que las pequeñas viajeras pudieran descender. El trayecto en bus había llegado a su final. Ahora empieza el recorrido a pié. Pero esto no asustaba a nuestras amiguitas, ni a Laura ni a Feñita, ellas eran buenas atletas, hacían mucho deporte en el Colegio.

Desde que bajaron, las niñas quedaron impresionadas al ver a su alrededor, habían millones de florcitas que juntas formaban una hermosa alfombra de colores que cubría toda la arena del desierto. Veían para todos lados y solo veían flores y más flores. Las habían moradas, amarillas, rosadas rojas, era una maravilla de colores.

Por fin, una de ellas preguntó …¿Dónde está el desierto?. Mi madre dice que en el desierto solo hay arena, pero aquí sólo hay flores. Esto, hasta me recuerda el cuento de Alicia en el país de las Maravillas, ¿tú lo has escuchado Feñita…? Tus padres te lo han contado? A mi me lo contaron cuando era Chica, también lo escuchaba por la radio.

Yo no me recuerdo de ese cuento, dice Feñita, pero lo que mi mamá me ha contado es que en el desierto chileno de Atacama, sucede algo que le dicen “El Desierto Florido”, es algo así, como que cada cuatro o cinco años, cuando el invierno es bueno y llueve en esta parte de la región, entonces el desierto florece, es algo muy maravilloso, y es verdad, ahora lo puedo comprobar- ¡Qué maravilla! Esto es verdaderamente precioso.

Mira cuántas flores Feñita, hay muchas, de todas formas y colores. Ay, pero no conozco sus nombres, me gustaría saber como se llaman. ¿Tú sabes Feñita? Bueno, algunas solamente. A esta le dicen Pata de guanaco, hay azulillos, captus copros, huilli, corona del frayle, añañucas, diego de día, terciopelo. Pero, aquellas no las conozco, no se como se llaman. Laura, ésas si las conozco son alcaparras, me gustan mucho. Estas son: diego de la noche, oreja de zorro, cebollines, lirios del campo, flor de la viuda y aquellas que están a tu izquierda se llaman, garra de león (única en Chile). Pero la favorita de mi madre es, diego de la noche. Toma Laurita te voy a regalar una que es de mis preferidas, es una oreja de zorro, es preciosa, ¿te gusta? – Es preciosa si, gracias.

Feñita, que bueno que aquí solo hay flores, no hay animales feroces que nos hagan daño. No en esta parte de Chile no existen los animales feroces, solo hay, culebritas, pero también hay guanacos y para la cordillera hay vicuñas, alpacas y llamas. Así; riendo, cantando y caminado iban las niñas internándose en el desierto.

Laura, y cuando nuestros padres se den cuenta que no estamos en casa seguramente se preocuparán. Por mí no hay problema, le dije a mi mamá que estaría contigo en tu casa. Y en cuanto lleguemos a la luna nos regresamos a casa para que no se preocupen.

Las niñas estaban felices corriendo en medio de tanta flor, caminaron y corrieron tanto, tanto que cuando se dieron cuenta estaban exhaustas de cansancio. Finalmente se sentaron en un lugar bonito que encontraron y hasta que se quedaron dormidas.

Mientras tanto, los padres de ambas niñas se habían dado cuenta de la ausencia de las chicas y habían emprendido su búsqueda. Preguntaron a sus otras amiguitas: a Ale, a Francisca, a Dani, a Karina, a Rodrigo, a Felipe, a Javier, etc. También preguntaron a sus vecinas: a Raquel, a Eugenia y María, finalmente, un señor de quien no conocemos su nombre, al escuchar la descripción de las niñas, les dijo que las había visto en la carretera abordar un bus para el norte rumbo al desierto, allí en medio del Atacama se encuentra un paisaje llamado el Valle de la Luna. (Ellas creían que el valle de la luna era lo mismo que la luna, satélite de la tierra).

Los padres de Laura, conociendo la creatividad de la niña, su valor y su convicción para lograr lo que se propone, pronto se imaginaron lo que estaba sucediendo. Dieron aviso a la policía del extravío de las niñas, dándoles una descripción completa de cada una de ellas. Por su parte, ellos también empezaron la búsqueda, tomaron el auto y se fueron en la misma dirección del bus que el señor les había dicho.

Como iban en auto directo, el tiempo de recorrido fue menor, y llegaron al desierto por la tarde. Ya en el sitio, no sabían por dónde empezar la búsqueda, ya que tenían que hacerlo rápido porque la noche estaba dando sus primeros avisos. Los 4 angustiados padres se fueron por rumbo diferente, para ver quien tenía la suerte de encontrarlas. Todos elevaban sus oraciones al Señor, para que les ayudara en la búsqueda y les iluminara por donde tenían que buscar. Mientras buscaban oraban: Señor Dios, tu que también eres padre y que enviaste a tu querido hijo a este mundo. Te pedimos señor que nos ayudes, ahora que tenemos la angustia por nuestras pequeñas niñas. Te pedimos Diosito que las cuides y que las encontremos pronto. Amén.

Mientras tanto el sol se ocultaba, y la noche amenazaba con extender su amplio y oscuro manto. De repente se escuchó, un bostezo y un gemido, luego, se escuchó una voz que decía: Laura, Laura, Laurita, despierta, despierta, ya es tarde, se hace de noche. Las niñas empezaron a llorar. Estaban solas en medio del desierto.

De repente, escucharon una voz que decía, hija, hija, hijita., Gracias al Señor que las encontramos. Padres, madres e hijas, se unieron en un profundo y largo abrazo, les hicieron muchos cariños y les dieron muchos besos. Las niñas prometieron nunca más salir sin permiso de sus padres. Fin.

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