Cuento
Inspirado en Lucas 2.
Esta era una vez, un niño que
venía al mundo por primera vez, sus padres eran gente pobre, sencilla y no le
hacían mal a nadie, el papá era de oficio carpintero y su mamá, se dedicaba a
los oficios de la casa. Pero ella muy inteligente y le gustaba servir a la
comunidad.
Cierto día un Angel del Señor le
anunció a María madre se dio cuenta que estaba embarazada de un bebé que le
puso por nombre Jesús. El padre al inicio no le pareció mucho la idea de tener
un hijo porque él no estaba preparado todavía.
En una ocasión los padres
tuvieron mucho temor porque las autoridades andaban buscando los niños para
matarlos porque les habían dicho que en ese lugar nacería El Mesías, el Hijo de
Dios.
En esos días, Augusto César
emitió un edicto para que todos los habitantes se empadronaran, era un censo de
población de toda la comarca. Sus padres tuvieron que hacer un viaje a Belén
porque tenían que ir a registrarse, de acuerdo a lo exigido con las leyes del
imperio. María estaba en los últimos momentos del embarazo y el tiempo para el
registro era corto y además estaba ya por expirar. ¿Qué hago, era la pregunta
que se hacía José, el padre del bebé? Finalmente se fueron a cumplir con el
mandato del rey.
Ya en Belén, el momento se
acercaba y María empezó a sentirse mal, el nacimiento del bebe esta por suceder
y ellos no encontraban un lugar dónde pasar la noche, buscaban en las casas de
huéspedes, en los hoteles y siempre les decían: no tenemos habitaciones. Buscaron
a gente conocida, a amigos que pensaron que les podían ayudar y la respuesta
fue la misma. También tocaron las puertas de gente desconocida y tampoco
tuvieron suerte.
José estaba preocupado de ver a
su querida esposa que la hora se acercaba y no tenían un lugar para que su
querido hijo naciera.
En su aflicción les decía que por
favor aunque sea un rinconcito para su esposa le dieran y que para él no importaba,
pero siempre le decían: lo siento no tenemos nada, todo esta ocupado. Así
recorrieron todos los hoteles y casa de huéspedes. También acudieron a sus
amistades, quienes también les dijeron que no tenían espacio porque sus
familiares también habían llegada a la ciudad para registrarse.
Así tocaron la puerta de todas
las casas que pudieron, en busca de personas de buena voluntad y de fe que
estuvieran dispuestas a brindarles aunque sea un rinconcito donde poder recostar
su cabeza y descansar y que su hijo pudiera nacer bajo techo.
Por fin encontraron un hombre bondadoso
que igual que los anteriores, les dijo que no tenía espacio en la casa, pero
que si querían pasar la noche en la caballeriza, lo podían hacer.
La acongojada pareja estaba muy
contenta de haber encontrado una familia que le diera acogida aunque fuera en
el cobertizo junto con los animales.
Allí nació el bebe, el Hijo de
Dios, en un pesebre humilde en medio de los animales, en medio de los microbios
y la contaminación.
Moraleja.
La lección que aprendemos con
esta historia, es que la falta de hospitalidad que tenemos con el extranjero
(llámese forastero, migrante) por no perder nuestra comodidad, hace que otros
sufran.
Revda. Blanca Irma
Rodríguez.